La estrepitosa derrota en las ultimas elecciones presidenciales y las encuestas más recientes revelan un decenso muy acentuado del apoyo de la
población hacia el FMLN, que hace que el futuro de esta formación política se vea sombrío.
Esto obliga a que la izquierda socialista tenga que replantearse una transformación
integral, si es que pretende a mediano y largo plazo subsistir y hacer avanzar su proyecto
político, en un contexto político en el que hay un retroceso general de los proyectos de izquierda en la región.
Esta transformación requerirá que se realicen cambios esenciales
tanto a nivel ideológico como a nivel político. Un aspecto central aquí es que
la izquierda debe pensar y asumir la democracia como un fin en sí mismo y más
allá de su utilización instrumental (táctica). La democracia debe ser un
compromiso estratégico para el hoy y el mañana y un eje fundamental de
cualquier proyecto socialista.
En esta línea, la izquierda debe combinar
transformaciones democráticas con reformas económicas y sociales con una
perspectiva popular, pero superando a la vez varios de los atavismos que han dañado
su desempeño político en la última década.
En primer lugar, debe superar el vanguardismo, que implica
la existencia de una vanguardia o dirigencia que pretende poseer el monopolio del
conocimiento de lo que es y será. Por el contrario, es necesario articular al
partido de izquierda con las numerosas iniciativas y diversidad de agrupaciones
que desde la sociedad brotan de los sectores desfavorecidos y excluidos.
Lo anterior supone no instrumentalizar a las
organizaciones y movimientos sociales. La izquierda debe estar implantada en
las movilizaciones sociales, pero no para cooptarlas y subordinarlas a las
directrices partidarias, sino para tejer una red de relaciones que den sustento
a un proyecto de transformación social permanente.
En segundo lugar, es necesario que la izquierda supere
definitivamente el estatismo. La fracasada experiencia de los países del
socialismo real enseñó que socialismo y estatización de los medios de
producción no son una y la misma cosa. No se trata de un juego de suma cero
entre Estado y sociedad, sino de impulsar una mayor democratización de ambas
esferas.
En tercer lugar, la idea de revolución, entendida como un
suceso que ocurrirá un día cero como resultado de una acumulación de fuerzas y
la agudización de las contradicciones, es una idea trasnochada e inviable en el
actual contexto nacional y mundial. Hoy es mas probable que el proceso de
cambios se desenvuelva a través de sucesivas reformas y desgajamientos
derivados de las luchas por reformas en las instituciones sociales, políticas y
culturales.
De lo que se trata, en última instancia, es que la
izquierda, desde una perspectiva socialista, contribuya a la construcción de
una sociedad menos desigual, más cohesionada, capaz de atender las necesidades
básicas de la inmensa mayoría de la población, mediante un proyecto político en
el que la democracia política y las reformas económico-sociales sean las dos
caras de ese mismo proyecto. En la conjugación de ambas dimensiones radica la posibilidad
de construir un sujeto político emancipador como producto de un amplio movimiento
político y social convergente, que impulse las transformaciones necesarias.
Héctor Samour
Aparte de los que tú señalas, creo que uno de los mayores lastres de la "izquierda" latinoamericana es su manera de vincularse con actores intelectuales y creativos, derivando hacia una suerte de "anti-intelectualismo", lo que alimenta mucho más su empecinamiento en improvisar voluntariosamente.
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BorrarDe acuerdo con tu opinión. Saludos Guillermo.