viernes, 7 de junio de 2019

El retorno de lo sagrado y el declive del catolicismo





Los datos de la encuesta sobre la religiosidad de los salvadoreños, que presentó La Prensa Gráfica recientemente, muestran que hoy los creyentes católicos en el país alcanzan un 40%, en un porcentaje similar a los creyentes de iglesias evangélicas. La encuesta muestra también que el porcentaje de increyentes alcanza un 17%. En un país que todavía hace 30 años su población se declaraba en su mayoría católica, el declive acentuado del catolicismo da pie para reflexionar sobre los factores que lo han provocado y sobre los efectos sociales, políticos y culturales que dicho fenómeno tiene. 

Por cuestiones de espacio, voy a centrarme en el debilitamiento del papel de las instituciones religiosas como factor de cohesión social, que ha propiciado la proliferación de grupos religiosos autónomos y sectas, la mayoría profundamente positivas, aunque algunas de ellas con claros signos de carácter destructivo.

Estamos en un contexto, en los países occidentales, donde hay una gran demanda espiritual, que busca respuestas a una serie de problemas, tales como la desconfianza en la racionalidad científico-técnica, el desencanto ante las instituciones y la búsqueda de la propia identidad dentro de una sociedad en la que predominan el darwinismo social, la exclusión, la burocracia y el anonimato. Algunos llaman a este fenómeno “el retorno de lo sagrado”, después de siglos de secularización en Occidente.

Este retorno se manifiesta también en una búsqueda de lo misterioso y lo esotérico, especialmente en jóvenes de estratos medios, que termina desembocando en lo que se denomina una “religión hecha a la carta” que desafía la legitimidad y plausibilidad de las instituciones eclesiásticas tradicionales.

Hay una profunda insatisfacción generada por la dinámica religiosa, cultural y social impuesta por las mismas sociedades occidentales y la racionalidad que le es propia. Lo que debería considerarse con más detenimiento no es el “retorno” en sí de lo sagrado, sino la sociedad misma en la que se encuentra la mencionada vuelta al escenario público de la religión. Contra el anonimato, la burocratización y la exclusión en nuestras sociedades se estimula la eclosión de la “vivencia comunitaria”.

Vuelta a lo sagrado y reencuentro de la comunidad, entendiendo a ésta como una relación entre individuos concretos, históricos y con una idiosincrasia determinada, que no está segmentada en roles y status, sino relacionados personalmente, de persona a persona. Este déficit comunitario se percibe en amplias zonas del mundo occidental, y especialmente en nuestro país. Y frecuentemente se pretende suplir esa carencia comunitaria mediante la emocionalidad.

El llamado “retorno de lo sagrado” tiene que ver entonces con la inmediatez emocional que permite guarecerse del desamparo espiritual, psíquico y físico, que experimentan muchos individuos en las sociedades contemporáneas, y que décadas atrás habían optado por la acción (compromiso social, acción sindical, lucha política, etc.).

En las sociedades actuales, la gente necesita de un orden, necesita seguridad, necesita construcciones que den sentido a su vida. De aquí que muchos de los fenómenos religiosos emergentes sirvan para compensar todas las rupturas, los desencantos, los fracasos históricos del último siglo. La nueva religiosidad predominante hoy no es de sacrificio, ni de compromiso, sino de afectividad, espectáculo y evasión del sufrimiento, en un mundo capitalista que promueve proyectos de felicidad ilusoria basados en el consumo, el hedonismo y el individualismo.

Héctor Samour

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